En pleno desierto de Atacama, en medio de tierras infecundas y áridos cerros, se divisa el diminuto e incomprensible oasis de Quillagua. Unos pocos y esforzados algarrobos dan la apariencia verde al lugar. Las extensas raíces de esta especie arbórea se alimentan de una napa que fluye varios metros bajo el suelo.

Menos de 100 personas, en su mayoría ancianos, habitan este villorrio que –según la revista National Geographic– fue catalogado en 2002 como el punto más seco del planeta. En 40 años han caído sólo 0,2 milímetros y el fuerte temporal que sacudió al norte del país en el 2017 sólo trajo una leve llovizna a la localidad.

Quillagua nació a inicios del siglo pasado, en pleno auge del salitre. En aquel entonces, el pueblo aprovisionaba el forraje para los animales de las compañías salitreras. Por aquí también pasó el Rey Inca, la expedición del conquistador Diego de Almagro y se libró la primera batalla durante la campaña terrestre de la Guerra del Pacífico.

Quillagua significa "valle de luna" en Aymara. Gran parte de su población es descendiente de esta etnia, aunque también hay Quechua y Atacameña.

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Hace medio siglo, los pobladores pescaban pejerreyes y camarones del río. Había patos y en las zonas colindantes se plantaba maíz, acelgas, remolachas y alfalfa, pero hoy las compañías mineras intervinieron el torrente. Pese a las duras condiciones de este lugar, los habitantes de Quillagua se resisten a abandonarlo.

Quillagua significa "valle de luna" en aymara, la lengua de la comunidad indígena del mismo nombre que pobló las mesetas andinas durante el periodo prehispánico. Gran parte de los habitantes de este oasis son aimaras, aunque también hay de las etnias quechua y atacameña.

Entre rústicas casas del pueblo destaca el Museo Antropológico Municipal, un museo casero que contiene 13 centenarias momias adornadas con collares de plumas, cerámicas y hallazgos funerarios prehispánicos, además de otros restos arqueológicos hallados en el desierto. Algunas de estas datan del 500 A.C. y que fueron recuperados en excavaciones.

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Ribera del Río Loa, el más largo de Chile.

Una de las momias que cobija es un chino “culi” o “coolie”, esclavos de origen asiaticos empleados en las faenas mineras de Chile y Perú durante el siglo XIX. Fue encontrado en 1980 en las inmediaciones de un cementerio indígena precolombino. Se conserva en buen estado gracias a la sequedad y la salinidad del desierto.

Así como otros pueblos de Latinoamérica que han sufrido la extracción desvastadora y descontroloda de sus recursos y como consecuencia de ello han sido casi literalmente arrasados por la minería, Quillagua aun tiene el patrimonio arqueológico que podría dar vida al pueblo que perdió sus tierras de cultivo por la contaminación minera.

Fuente: La Tercera