El hermoso pueblo de Quillagua, con su gente, sus reminiscencias y sueños, algarrobos y chañares, tiene importantes connotaciones y particularidades que nacen de sus especial condición climática o ubicación geográfica. Entre las más llamativas –para quienes hemos tenido la oportunidad de conocerlas– están sus gigantescos arboles en medio de su principal arteria: Calle Comercio. Las ventajas que trae la urbanización no fueron suficientes para apartar tamaño elemento del paisaje que obstaculiza el tránsito de buses y vehículos menores. Las historias que guardan en sus raíces así los avalan.

Ya en tiempos coloniales, se produciría en 1704 el descubrimiento del valle de Quillagua, por el presbítero de Pica, Don Antonio de Barboza. El vecindado en el oasis de Tarapacá reclamó para sí estos territorio adjudicándose pregones de rigor, las fanegadas de tierra en ambas bandas del valle quillagüeño y en los que tenía por obligación obtener agua para lograr su producción agrícola. Al no concretar sus obligaciones con la corona, Barboza perdió ese derecho. Años después, en 1740, don Ventura Hidalgo y sus hijos Manuel, Pedro Ramón y Silvestre Coruncho, solicitaron para sí la explotación del valle con exitosa producción para lo cual se otorgaron treinta fanegadas en el sector de Comanchaca.

El Arbol de la Raya incidía en aspectos cotidianos, como lo era la tributación que debían pagar sus habitantes en el caso de hallarse en territorio boliviano o peruano.

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Las disputas en cuanto si el valle pertenencia a Atacama o Tarapacá comenzaron cuando desde Chiu-Chiu llegó el general don Gregorio Navarro, “en compañía del cura del pueblo y violentamente se apoderaron del trigo y otros frutos de esas tierras que los Hidalgos tenían en sus graneros”. Por esto, Ventura Hidalgo acudieron a la autoridad de Pica, quedando plenamente establecido que el valle y hasta Tocopilla, eran parte del Corregimiento de Arica, luego parte del Departamento de Tarapacá.

Ya, en plena formación de las repúblicas de Bolivia y Perú, el rio Loa y el Valle de Quillagua fijaban el límite entre ambos países. En la obra de Antonio Raimondi (El Perú, tomo III, Volumen II, Historia de la Geografía del Perú, 1879), se encuentra este texto que refiere a Quillagua, conocido por aquel entonces como La Parte. Se señala que allí “había un gran algarrobo “poco coposo” el que era llamado el Árbol de la Raya, que servía como mojón demarcatorio para los límites entre las repúblicas del Perú y Bolivia, correspondiéndole al primero todo el territorio que va desde ese árbol hacia el oeste y hasta llegar a Tocopilla, por lo cual la quebrada homónima constituía el límite más meridional peruano-boliviano”.

En 1879, Antonio Raimondi se refiere a el Árbol de la Raya como un gran algarrobo “poco coposo” que servía como demarcación para el límite entre las repúblicas del Perú y Bolivia.

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El Arbol de la Raya incidía en aspectos cotidianos, como lo era la tributación que debían pagar sus habitantes en el caso de hallarse en territorio boliviano, mientras que quienes habitaban en territorio peruano no tenían esta obligación de tributar. Crónicas de la época señalan que el 26 de abril de 1873 desde la Prefectura de Puerto La Mar (después llamada Cobija), oficiaron el nombramiento como corregidor de Quillagua del vecino José Carruncho en vista de sus méritos ciudadanos. Sin embargo éste se negó a aceptar dicho cargo aduciendo que su nacionalidad era peruana, hallándose sus tierras “un poco más abajo del lugar llamado La Parte” y por lo tanto no debía pagar tributo, como si hubiese acontecido en caso de reconocerse como boliviano.

En la actualidad, Quillagua sigue siendo un punto de encuentro, con un pasado remoto –con fascinantes sitios arqueológicos– donde confluyeron fuertemente y en armonía las culturas de Atacama y Tarapacá, que luego seguirá los ritmos febriles del salitre y se atenazará a los traqueteos del Ferrocarril Longitudinal, la celebración al patrono del pueblo, el Arcángel San Miguel, mientras sus hijos dejan atrás las ciudades y emprenden un reencuentro con sus familias y el valle.

El rio Loa y el Valle de Quillagua fijaban el límite entre Perú y Bolivia
El rio Loa y el Valle de Quillagua fijaban el límite entre Perú y Bolivia.
Fuente: Quillagua, luna que asombra